No concuerdo con los ingenieros y técnicos que creen que los problemas que enfrentamos pueden resolverse con la llamada "respuesta tecnológica"... Yo creo que los problemas derivados de los avances tecnológicos son posiblemente irresolubles Max Black
La visión del filósofo Max Black es por supuesto muy pesimista, y en general, al observar los avances de nuestras sociedades gracias a la tecnología, resulta difícil estar completamente de acuerdo con su afirmación.
Max Black, como muchos otros sociólogos, científicos y filósofos, ha apuntado a un vacío que tenemos que atender: el reconocimiento de que ni la ciencia, ni la tecnología, deben de permanecer alejadas de consideraciones éticas que tomen en cuenta a quienes imaginan el futuro, quiénes son los beneficiarios de los avances y quiénes puestos en situaciones de vulnerabilidad por sus riesgos inherentes - que no inmanejables, ni imprevisibles - que el desarrollo de estas implica.
Hoy más que nunca en el contexto de una Emergencia Climática nunca antes vista en la historia de nuestro planeta, resulta de vital importancia que actores políticos, científicos y sociedad en general nos replanteemos la relación que a través de nuestros sistemas éticos y económicos hemos construido con la Tierra. De esto se ocupa la bioética.
En un artículo recientemente publicado en la Revista Nexos, el Dr. Jorge E. Linares Salgado se refiere a la bioética como un proyecto teórico y práctico de reparación de las relaciones ambientales, de nuestra relación con todos los seres vivos. Para Fritz Jahr, la bioética reafirma el imperativo de proteger la vida en todas sus formas, y para Rensselaer Potter se trata de la ciencia de la sobrevivencia. Lo cierto es que el surgimiento de tecnologías cada vez más avanzadas, particularmente en el ámbito de la genética y de la revolución biotecnológica, han puesto en jaque nuestro entendimiento mismo de lo humano, y de nuestro lugar en la naturaleza.
Esto implica que es momento de hacer una reflexión profunda, abierta y democrática sobre el presente y el futuro que queremos como humanidad, sobre cómo nos vamos a relacionar con los otros seres vivos y con el planeta. Estas no son decisiones que deban de tomarse lejos del escrutinio público: el dejar estas discusiones en manos de tecnicismos jurídicos y tecnológicos podría tener graves consecuencias medioambientales y sociales.
Por ejemplo, Sheila Jasanoff, ha identificado cómo las leyes de patentes - al menos en Estados Unidos - han favorecido consistentemente la comodificación de elementos específicos de la naturaleza: por ejemplo, de bacterias genéticamente modificadas. Trazar la línea que divide lo que puede ser tratado como un bien económico y aquellos elementos de la naturaleza que deben de permanecer lejos de los circuitos del capital, es una decisión de la que todas las personas debemos de formar parte.
Es hora de tomarnos en serio la urgencia de establecer principios éticos que terminen con una visión del planeta y sus recursos como “cosas” que están a nuestra disposición para su explotación, su conquista, su consumo y su dominio. Solo estableciendo principios éticos claros, relacionándonos con la naturaleza como algo vivo y dinámico no separado de nuestra existencia, podremos encontrar una posible salida al dilema del progreso destructor al que se refería Max Black: solo así podremos salvar la vida en el planeta y dar viabilidad al futuro de las siguientes generaciones.
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