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Regular resultados, no procesos: El futuro de la regulación de la IA

La Inteligencia Artificial ya está redefiniendo cómo vivimos, trabajamos y nos relacionamos


En el debate global sobre cómo regular la inteligencia artificial (IA), surge una pregunta central: ¿debemos centrarnos en regular la tecnología o deberíamos enfocarnos en los resultados que produce? En un entorno donde la IA es cada vez más ubicua, la respuesta a esta pregunta definirá el impacto de la tecnología en nuestras sociedades.


La IA es una tecnología de propósito general. Al igual que la electricidad, que transformó industrias desde la manufactura hasta el transporte y las comunicaciones, la IA tiene aplicaciones que abarcan múltiples sectores: desde la salud hasta las finanzas, la educación o el entretenimiento. Lo que distingue a estas aplicaciones no es la tecnología en sí, sino los resultados que generan. En lugar de regular cómo se desarrolla en cada paso, deberíamos centrarnos en regular y prevenir los resultados peligrosos o ilegales que puedan surgir de su uso.


Como bien dice Yuval Noah Harari, el verdadero desafío no está en la tecnología, sino en cómo elegimos usarla. En su obra 21 lecciones para el siglo XXI, Harari subraya que el mayor peligro es que perdamos de vista la importancia de gestionar los resultados de tecnologías como la IA. Es ahí donde debemos concentrar nuestros esfuerzos: en prevenir los impactos negativos que pueden alterar derechos fundamentales, como la privacidad o la equidad.


Mustafa Suleyman, en su libro The Coming Wave, advierte sobre la importancia de ser realistas sobre los riesgos que vienen con la IA. Suleyman aboga por regulaciones que se centren en los riesgos específicos que la IA pueda generar en lugar de imponer barreras innecesarias al avance de esta tecnología. Y tiene razón: no podemos quedarnos estancados en el pasado, regulando de manera tradicional. Necesitamos innovar en la manera en la que hacemos leyes y política pública. 


Para lograr ese equilibrio entre innovación y seguridad, es fundamental que adoptemos mecanismos como el sandbox regulatorio. Este enfoque nos permite experimentar con la IA en entornos controlados, permitiendo la innovación sin los riesgos inmediatos que podría conllevar si llegara directamente al mercado sin supervisión. Es decir, regulamos proactivamente, pero sin frenar el desarrollo.


El sandbox regulatorio nos da la oportunidad de anticipar los resultados peligrosos y crear soluciones antes de que lleguen a afectar a la sociedad. Además, permite a los gobiernos, las empresas y la academia colaborar en tiempo real para ajustar normativas de manera eficiente. Es un enfoque flexible y, sobre todo, más responsable.


La inteligencia artificial ya está redefiniendo cómo vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Los gobiernos tienen el reto y la oportunidad histórica de no solo regular la IA, sino de hacerlo de manera holística. Al centrar nuestra atención en los resultados, y no en los procesos, podemos proteger a nuestras sociedades sin frenar las oportunidades que trae consigo la tecnología.


El futuro no esperará. Si queremos aprovechar esta ola de innovación, debemos adelantarnos, crear marcos flexibles y garantizar que la IA trabaje a favor de la humanidad, no en su contra.


Fuente: EL HERALDO DE MÉXICO










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