Con la aprobación de la reforma constitucional en materia de educativa de 2019 también se estableció la obligación del Congreso para expedir una Ley General de Ciencia, Tecnología e Innovación. La pandemia de COVID-19, ha puesto al descubierto el potencial de la ciencia, la tecnología y la innovación para hacer frente a los retos actuales, encontrar soluciones, y construir un nueva normalidad más sustentable, abierta y colaborativa. Aunque son diversas las lecciones que la crisis sanitaria nos ha dejado entorno a la organización y funcionamiento de la ciencia y la tecnología, me gustaría centrarme en un aspecto que considero muy relevante: la urgencia de fomentar y fortalecer, desde la Ley, el desarrollo de un modelo de ciencia abierta en nuestro país.
Una ciencia abierta implica adaptar los sistemas de investigación en todos sus procesos de circulación de la información y conocimiento, y la integran, al menos, cuatro elementos: acceso abierto a publicaciones científicas; datos abiertos de investigación; evaluación de la ciencia; y ciencia ciudadana. En medio de la emergencia, la carrera por encontrar una vacuna o tratamiento para el virus SARS-CoV-2, ha hecho evidente que sólo a través del trabajo colaborativo y abierto se podrá llegar a la meta. En un entorno en el que muchos países han cerrado sus fronteras físicas, la cooperación y la circulación de investigación e información alrededor del mundo es vital para robustecer estrategias de prevención, mitigación y para desarrollar una vacuna a la enfermedad de COVID-19.
Una de las estrategias más claras ha sido la publicación de pre impresiones (pre prints) de trabajos científicos, que si bien evitan una parte importante del proceso de divulgación científica (revisión por pares), han permitido, de acuerdo con académicos de la Universidad de Stanford, acelerar y mejorar la investigación en la materia.
La UNESCO, consciente de los retos e importancia de incentivar una ciencia abierta, ha llamado a los gobiernos del mundo a fortalecer la cooperación científica y a integrar a la ciencia abierta en sus programas para prevenir y mitigar no solo esta, sino futuras crisis globales. Para esta organización de la ciencia abierta puede ayudar a:
reducir las brechas de conocimiento entre países;
movilizar a autoridades, investigadores para emprendedores y sociedad civil a permitir el libre acceso a datos científicos, los resultados de sus investigaciones, recursos educativos e instalaciones de investigación; y
fortalecer el vínculo entre la investigación científica y quienes toman decisiones de política pública.
La pandemia de COVID-19 nos ha dejado claro que el futuro tendrá que ser abierto y colaborativo; y esta es la perspectiva que se tiene que impulsar desde la nueva ley general de ciencia, tecnología e innovación que este año estaremos discutiendo y aprobando en el Senado. Necesitamos marcos normativos que incentiven la innovación y la colaboración, que integren distintas perspectivas para construir nuestra nueva normalidad. Y es que tal como lo ha dicho Steve Stearns, el acceso abierto es más que un posicionamiento moral, es el reconocimiento de que el conocimiento avanza más rápido cuando el mayor número de mentes está involucrado. Este es el reconocimiento que debe guiar el diseño de la nueva ley.
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