La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado que una de cada cinco personas padecerá una afectación mental como consecuencia de la pandemia de COVID-19. El reto que enfrentamos como sociedad no es menor: millones de personas hemos experimentado enormes cambios en nuestro ritmo de vida.
Adultos mayores y personas dentro de los grupos de riesgo se han visto confinados por semanas a sus casas, en ocasiones sin tener contacto físico con otras personas; los niños y jóvenes han visto sus rutinas interrumpidas de un día para otro; el personal de salud se ha enfrentado a jornadas laborales largas y en ocasiones de mucha precariedad; mujeres han quedado encerradas con sus agresores; miles de personas han perdido sus empleos e ingresos; y muchas familias han perdido a seres queridos sin poder despedirse. Lo cierto es que los efectos de esta pandemia han sido generalizados, el confinamiento afectará en mayor o en menor medida a toda la población.
De acuerdo con Dévora Kestel, directora de Salud Mental de la OMS, frente a los impactos en la salud mental que se vivirán en todos los países, los gobiernos debemos:
Preparar y fortalecer la respuesta
Adaptar los recursos existentes, y establecer mecanismos de coordinación con otros sectores.
Descentralizar servicios de salud y adaptar su capacidad de respuesta para que la comunidad acceda a esos servicios y los gobiernos promuevan eso en espacios de trabajo, de protección social, de salud, y en la educación.
Es imposible pensar en una “nueva normalidad” o en la “recuperación de la normalidad” sin atender las secuelas ocasionadas por semanas de encierro y de muchas pérdidas humanas, de incertidumbre. Incluso hoy que comenzamos a pensar en el fin de la cuarentena, existe una enorme incertidumbre sobre el futuro: no sabemos si en dos semanas volveremos al trabajo, si las condiciones de nuestras actividades cambiarán o si las afectaciones a la economía podrán superarse rápidamente.
Los efectos de la pandemia son diversos y muchas personas los vamos a experimentar de distintas formas. De acuerdo al Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos las reacciones emocionales después de salir de una cuarentena pueden incluir:
Sentimientos encontrados, incluido el alivio después de la cuarentena
Temor y preocupación por la salud propia y de seres queridos
Estrés a raíz de la experiencia de estar bajo vigilancia para detectar signos y síntomas de COVID-19
Tristeza, enojo o frustración por generar en otros rechazo por miedo a ser contagiados.
Los niños también pueden sentirse molestos o tener otras emociones fuertes si ellos, o alguien que conocen, salen de la cuarentena.
Pensar en el regreso a la normalidad tiene que pasar, necesariamente, por estrategias de salud mental que puedan atender los impactos de pandemia en distintos sectores: en los niños y jóvenes, en las mujeres, las personas adultas mayores, y el personal de salud. Estas estrategias son tan importantes como aquellas centradas en la recuperación económica, y en las medidas de contención de la pandemia.
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