Las consecuencias socioeconómicas de la pandemia por COVID-19 no tienen precedentes. Se estima que durante el 2020, el PIB en México se contraerá 10%, borrando décadas de progreso en la reducción de la pobreza y la desigualdad. Expertos pronostican la pérdida de millones de empleos, y de miles de micro y pequeñas empresas; la reducción de salarios; el estancamiento de la inversión pública y privada; y un declive de la productividad y la industrialización.
El impacto social es brutal y las capacidades financieras e institucionales para hacer frente a esta crisis son limitadas. ¿Cómo se puede convertir este complicado escenario en una oportunidad para redefinir el rumbo del país dando prioridad al bienestar de las personas?
Todo apunta a la inversión en ciencia y tecnología como parte integral de la respuesta. Sus aportaciones contribuyen a mejorar la productividad, a mitigar el cambio climático, a desarrollar herramientas de comunicación y transformación digital, soluciones de atención y prevención de la salud, a fomentar la inclusión y transformar las instituciones públicas y privadas.
Expertos indican que los países deben propiciar las condiciones para incentivar la inversión en infraestructura inteligente, adoptar nuevas tecnologías, promover la competencia y apoyar a que el capital humano se encuentre listo para integrarse al mercado laboral del futuro.
La Agenda 2030 reconoce que “la difusión de las tecnologías de la información y las comunicaciones y la interconexión mundial tiene grandes posibilidades de acelerar el progreso humano, reducir la brecha digital y desarrollar sociedades del conocimiento”.
Pareciera crucial destinar esfuerzos y recursos al desarrollo de la ciencia y la tecnología como respuesta a la crisis a la que nos enfrentamos. Sin embargo, el foco de la inversión pública en México se encuentra en otro lado. En 2021 los principales proyectos de inversión del Gobierno Federal son el Tren Maya al que se destinarán $36,288 millones de pesos (mdp); el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles recibirá $21,315 mdp y la Refinería de Dos Bocas costará $45,050 mdp.
Mientras tanto, el presupuesto de egresos para el 2021 contempla una inversión en ciencia y tecnología de tan sólo $102.7 mdp. En los últimos 10 años, el monto asignado a ciencia y tecnología ha rondado entre el 0.2% y 0.3% del PIB mientras que el promedio de los países de la OCDE es del 2.3%
Resulta preocupante que además hayan desaparecido 109 fideicomisos, 69 del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y 26 de diversos fondos de investigación. Los recursos en estos fideicomisos suman alrededor de 68,000 millones de pesos, de los cuales alrededor del 2% corresponde a rubros asociados precisamente a ciencia y tecnología.
Donde asignamos presupuesto y esfuerzos, asignamos prioridades. Las crisis presentan oportunidades de reevaluación y transformación. Es momento de tomar riesgos, asumir posturas innovadoras y apostar por la ciencia y tecnología para construir un nuevo paradigma social donde prevalezcan la inclusión, la igualdad, la eficiencia y la sustentabilidad. Es tarea de todos asegurarnos de invertir en los rubros que aporten mayor bienestar para todos y en los que tengan mayores posibilidades de prepararnos para el futuro.
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