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La educación sexual previene embarazos adolescentes

De los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), México ocupa el primer lugar en embarazos no planeados en adolescentes. El país tiene una tasa de fecundidad de 77 nacimientos por cada mil adolescentes de 15 a 19 años de edad. Esto quiere decir que cada día, más de mil adolescentes de entre 12 y 19 años se vuelven madres sin planearlo o desearlo (Conapo, 2022) y, durante la pandemia por COVID-19 está tendencia se profundizó.


La adolescencia es una época en la que niñas y niños se convierten en jóvenes y empiezan a descubrir la fisiología de su cuerpo y a crear un comportamiento sexual propio relacionado con la forma de entender su intimidad y capacidad de autocontrol. En México, 23% de las y los adolescentes inician su vida sexual entre los 12 y los 19 años. Desafortunadamente, 15% de los hombres y 33% de las mujeres no utilizaron ningún tipo de método anticonceptivo en su primera relación sexual.


La Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (Enapea), tiene como objetivo para 2030, erradicar el embarazo infantil y reducir a la mitad el número de jóvenes embarazadas de entre 15 y 19 años. Para lograrlo, debemos crear políticas públicas efectivas que involucren activamente a las adolescencias, sus familias, el gobierno y la sociedad civil.


Una opción viable y que ha demostrado tener efectos positivos alrededor del mundo es la educación sexual integral, la cual está catalogada como un derecho humano y, de acuerdo con normas internacionales, debería impartirse en las escuelas de todos los niveles. Sin embargo, sigue siendo un tema controversial en la discusión pública.


El acceso limitado a información y educación sexual vulnera los derechos de las y los adolescentes. Si bien, nuestro país ha mostrado progresos en cuanto a incluir educación en los programas educativos, aún existe un alto número de adolescentes que obtienen la primera información sobre el tema de sus círculos cercanos, esto lo único que hace es alimentar mitos y preconcepciones de la sexualidad que hace a las mujeres jóvenes susceptibles a un embarazo temprano y a contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS).


Generalmente, los programas de educación sexual se dividen en dos, los programas de abstinencia y los integrales. Los primeros están enfocados en alentar a jóvenes a abstenerse de cualquier forma de actividad sexual, un enfoque muy deficiente de acuerdo con diversos estudios. La educación sexual integral permite que estudiantes adquieran conocimientos sobre sexualidad de una forma adecuada a su edad, en países de la Unión Europea esta visión disminuyó hasta 7% los embarazos no planeados en adolescentes.


Si queremos disminuir el porcentaje de embarazos en adolescentes, tenemos que apostar por incluir información sobre salud sexual y relaciones humanas en los programas educativos, para que jóvenes comprendan que la abstinencia es una opción que siempre pueden elegir y que existen métodos para tener relaciones sexuales seguras.


Un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, comparó las tasas de embarazo adolescente en diferentes países durante un periodo de 20 años. En algunos países se habían implementado programas de educación sexual hace más de una década y en otros no. El resultado demostró que en los lugares en los que se impartió la educación sexual integral, los embarazos en adolescentes disminuyeron considerablemente.


Como sociedad y gobierno, nuestra prioridad debe ser prevenir el embarazo adolescente. Padres y docentes necesitamos capacitarnos para compartir información confiable y con precisión médica que ayude a combatir toda la desinformación a la que hoy en día tienen acceso nuestros hijos e hijas.





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